La crisis hipertensiva es un cuadro de elevación aguda de la presión arterial, la cual puede tener consecuencias graves si no llega a controlarse inmediatamente pues puede desencadenar daño neurológico, cardiaco o renal.
Las crisis hipertensivas se presentan con una presión sistólica mayor o igual a 180mmHg y una presión diastólica de 110mmHg.
Las emergencias hipertensivas ocurren con mayor frecuencia en hombres que en mujeres y con una mayor incidencia entre los 40 y 50 años.
Entre los síntomas de la crisis hipertensiva encontramos a la cefalea, mareos, ansiedad, dolor torácico, disnea, déficit neurológico, entre otros.
La medicación para tratar la crisis hipertensiva incluye inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (captopril y enalapril), betabloqueadores (metroprolol y atenolol), antagonistas de los receptores de angiotensina II (losartan, candesartan y telmisartan), calcioantagonistas (amlodipino y nifedipino) y diuréticos (hidroclorotiazida y clortalidona).
En casos de emergencia se hace uso de terapia intravenosa: labetol, nicardipina, nitroprusiato y nitroglicerina.
Según las estadísticas, la sobrevida a 5 años de todos los pacientes que se presentan con una crisis hipertensiva es de 74 %.