Como bien se sabe, en el proceso de metabolismo los alimentos que consumimos son convertidos en energía, siendo la creación de glucosa el resultado de esto. La glucosa viene a ser uno de los mayores “combustibles” para nuestro organismo siendo transportada por la sangre, siendo la insulina la que hace que termine entrando a las células.
Las personas con diabetes pueden tener uno de los siguientes problemas: el páncreas no puede crear la cantidad necesaria de insulina que se necesita o las células de nuestro cuerpo no responden a la insulina que se está produciendo. Con cualquiera de estos casos ya estamos presentando problemas de diabetes.
Gracias a esto se puede conocer dos clases de diabetes, la denominada como de tipo I es llamada por muchos como diabetes juvenil, y la diabetes tipo II, la cual se genera cuando el cuerpo produce insulina pero no lo suficiente como para que pueda establecer un buen funcionamiento con relación a las necesidades de nuestro cuerpo.
Ambos tipos de diabetes (la diabetes tipo I y tipo II) producen diversos síntomas como la sed excesiva (polidipsia) y abundante producción de orina (poliuria). Otros signos de diabetes son: Anomalías en la orina, presencia de glucosa, es decir, color y olor fuerte, cansancio, debilidad y somnolencia, hambre excesiva a toda hora, pérdida de peso sin razón aparente, náuseas, vómitos o dolor abdominal. En las mujeres puede ausentarse la menstruación y en los hombres puede presentarse la disfunción eréctil.
Además, la visión borrosa, infecciones frecuentes (generalmente en las encías) o heridas difíciles de cicatrizar son algunos signos de alarma. Del mismo modo, se debe estar alerta a los constantes hormigueos y entumecimiento de pies y manos o la piel seca.
Estas señales resultan fundamentales para diagnosticar la diabetes mellitus a tiempo para seguir un tratamiento adecuado que ayude a mitigar las consecuencias de este mal.